“Sólo los niños y los pájaros conocen el verdadero sabor de las cerezas”, escribió Gianni Mura, que no conocía a Jordan Díaz, pero hablaba de él, del saltador cubano, grácil, alado, hermoso como un pájaro, como Aquiles, el de los pies ligeros, cuando alcanzas la mesa triple y saltas y saltas, fácil, rápido, 17,52 metros, y en risa infantil, en alegría, en tontería ingenua, la persona no tiene que dar nada a nadie, la del atleta libre. Como un niño. Como un pájaro. El mejor deportista español. Uno de los mejores del mundo, absoluto, ¿qué? oscilación Es innato bailar en su pista, cuya inercia, como un habanero, convirtió a Federer en un bailarín en las nubes al ritmo de la salsa.
Sobre las interminables piernas de Jordan Díaz, un jinete de 23 años tan entregado a la perfección que, aunque no se duele con nada, aunque sus músculos sean perfectos, si vende sus músculos como una mami, le pone hilos de esparadrapo sobre la vara —“así dejo mi cabeza detrás de las heridas”, dice, y los caninos brillan de oro en su boca—, en sus tobillos, en su Tienda de Águilas, a muelle sin fin, descansan los deseos de grandeza del aficionado español, que el martes (20.55 horas) no podrá ver ni un segundo contemplando su piel desesperada en la final con el portugués Pedro Pablo Pichardo (17,48m en el ranking), campeón olímpico, mundial y europeo, representante estereotipado del triple modelo cubano, velocidad y velocidad, muchos barcos, un globo terráqueo. “Sí, nos jugaremos el título entre los dos. Esta es la campaña. Soy el nuevo que va a arrebatar el trono”, dice Díaz sobre la clasificación del triple, en la primera competición con la camiseta de la selección española tras haber obtenido la nacionalidad durante tres años. Y no hace falta recordar que ellos dos fueron los únicos que recorrieron 17 metros, y con condescendencia, en vista previa, síntoma de la superioridad de ambos. “Lo único que me molesta es el nada en el primer intento, lo que me obligó a tomar más tiempo cuando estaba con la idea de solo dar un salto, y eso ya me lo dijo mi entrenador, Iván Pedroso. Un salto y me voy, esa era la idea.»
Será un duelo ibérico con un centenar del Caribe, pues el cubano también es Pedroso, una suerte de padrino de Roma, y en su barrio siempre hay una tertuliana de deportistas cubanos emigrados a Europa, una Poco Nómada habana que no necesita nombres de dominio para sentirse como en casa. “No me preocupa que Jordan no deletree mucho. A mí me interesa más che esté bien. Tenemos la diferencia con los valles, con los coches, que necesitan coches para poder circular. Saltamos, meditamos y sabemos cómo somos. Es un cinturón métrico. La única diferencia que tenemos es la nada, la plastilina, pero cuando aprendemos pensamos y sabemos dónde estamos”, dice Pedroso para intentar explicar por qué Díaz solo ha saltado en los últimos dos años. “El objetivo es, por supuesto, saltar 18 metros. Pero no es posible hablar de esto. Quiero que vaya paso a paso y te sanará. Con él me siento como el joyero que tiene que medir el diamante más valioso, y trabajo incansablemente para romperlo, hasta medirlo minuciosamente para que valga más, para que valga más. Lo estoy afinando para que cuando suba, suba perfectamente. Lo cual le parece un poco al público. Es lo que parece fácil. Es el saltador natural”.
La oposición de Pichardo, de 30 años, que no se despistaba, competidor natural como lo era Pedroso cuando era saltador, y las especiales características del ritmo de saltos del Olímpico suspendido a más de dos metros de la rasante, pueden hacer que los 18 metros están cerca de París, los Juegos Olímpicos en 55 días, que es el lugar recomendado. “En 2018 volví a dar el salto saltando en una pendiente como esta”, reconocía el saltador de extremidades largas (1,93 m, 72 kilos), con una marca mejor que 17,87 m, “y venía con un poco de aprensión. Pero luego está lo que esto es mejor. Y cómo es. Sólo si se trata de entender el golpe, el ritmo. No tengo ningún problema con esta tarifa.» Si le informa que Pichardo, con quien no habla, no tiene ninguna relación, nunca ha compartido nada con él, dijo que al final saltará 18 metros, distancia que no salta desde, en 2015, en A los 21 años batí el récord cubano con 18,08 metros, y sólo ustedes los saltadores de la historia han superado esta longitud en una especialidad donde el récord mundial está en 18,29 metros, Jonathan Edwards desde hace 29 años. “No hay que hablar más”, dice. “Si salta 18 metros, yo saltaré 18,01m, así que voy a buscarlo”.
Y con este abandono, si se hace realidad, llegará a París para retar a otro gran talento emergente, el fantástico jamaicano Jaydon Hibbert, de 19 años, otro niño tan ligero como brisa y tan alado como un niño que deja a todos boquiabiertos cuando salta y salta fácilmente incluso 18 metros.
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