Tadej Pogacar anuncia cuándo atacará en la Strade Bianche, lo hace y gana | Ciclismo | Deportado

Tadej Pogacar anuncia cuándo atacará en la Strade Bianche, lo hace y gana |  Ciclismo |  Deportado

Las tripulaciones se rodean en el autobús, el director se encuentra con los ciclistas y, aislados del mundo, les explican la estrategia para sorprender a sus rivales. Antes de hacerlo en hoteles, como Giorgio Albani, en el Molteni de 1971 en el Tour, cuando tras la exhibición de Ocaña en Orcières-Merlette ante un Eddy Merckx que se alejaba de Bélgica para nuevos minutos, pensaba atacar esto abajo, cuesta arriba. . . Llovía y los compañeros de Albani subieron sin chubasquero. Lucien Aimar engrasó algo; A las bicicletas se les fija un Kas corredor, ya que les han pasado el desviador para poner una placa más grande. Cuando Dios subió, se dieron cuenta que tenían que poner un pie en el carro para mover el desarrollo desacomunal, los demás, sorprendidos, se dedicaron a perseguir todo el día. Cuando llegué al destino, no tenía público. Llevaban dos horas esperando. El alcalde de Marsella, Gaston Defferre, declaró su eterno odio hacia el Tour.

Pero algunos ciclistas son transparentes, como Tadej Pogacar. El esloveno participó en la competición después de 140 días. En el partido de Strade Bianche, subió desde la toma del autobús para que su director fuera visto desde la ruidosa cabina, arriba con el “confidencial” con la estrategia, y al primer micrófono que se abrió, la cartelera de los aviones: “Atacaré es Santa María”. No fue una fanfarria, ni un farol, y ni siquiera pretendía despreciar a nadie. Esta es una advertencia. El que aguanta las fuerzas que digo, para que allí, en el octavo tramo de grava y tierra, cuando más clara estaba la tormenta, cumpliera su palabra. “Mis compañeros de tripulación han estado allí últimamente, así que ya era hora”.

No los miré, no me bajé de la silla. Simplemente aceleró, y aunque Pidcock y Simmons quisieron seguirlos, el trabajo sólo duró unos segundos. Después de 81 kilómetros hasta la Piazza del Campo en Siena, puedes volar solo. Más importante aún, las nubes se disiparon y el sol salió en Toscana, justo cuando los fenómenos meteorológicos regresaban antes que él, que luego volvían a salir. En el kilómetro 140 la ventaja con los perseguidores duró casi un minuto. Los dos últimos kilómetros, del 2,36 al 170, alcanzaron inmediatamente los 3,29 m.

La Carretera Blanca más ancha (215 kilómetros) de su corta historia quedó destruida cuando quedaba más de un tercio de ella, debido al fenómeno Pogacar, que se produjo como antes y que no ha cambiado nada. Es igualitario, insaciable, depredador, implacable con sus rivales, pero también amable, afable, dulce, como en el último kilómetro, ascendiendo por las colinas de Santa Caterina. Al 15% de desnivel, con el limo seco y gris adherido a los tubulares, incrustado entre las coronas y la cadena y suciárle el maillot, pero fresco como una lamida al cabo de un tiempo a todos sus rivales como un caballo desbocado de los que participan en la Palio de Siena, allí en esa misma plaza donde se alzaron las primeras armas y la bicicleta.

Nadie tosio le tosio. Sólo sus celebraciones marcaron la diferencia con el segundo, Tom Skujins, con 2,42. El tercero fue Van Gils y el cuarto Pidcock, el ganador de 2023. Llegaron los mismos que otros, y mucho menos el fenómeno Pogacar, que llena durísimo. Como siempre, vámonos.

En la multitud femenina, celebrada una hora antes, la incertidumbre de la victoria se mantuvo mientras oyera la señal de Santa Caterina. Al final de la exigente rampa final, la campeona del mundo, Lotte Kopecky, dejó a su compañera de cima, Elisa Longo Borghini cuando faltaban 500 metros para la meta, y se dirigió sola hacia la meta en la Piazza del Campo. La tercera fue Demi Vollering.

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